EL ESPACIO EDUCATIVO QUE HABLA DE EDUCACIÓN INCLUSIVA, MIENTRAS ENSEÑA Y EDUCA EN UNA CULTURA EXCLUYENTE[1]

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Monografías.com

Un espacio para las producciones de los miembros de EDUINCLUSION, Comunidad Virtual Latinoamericana por una educación inclusiva


Hoy me he decidido a realizar un recorrido por una institución escolar, un lugar no cualquiera, un lugar sí, de lunes a domingo y de la cotidianidad, y lo hago, porque mucho he abordado con mis alumnos, sobre educación inclusiva, sobre el respeto al otro en sus diferencias y similitudes con nosotros, con él mismo, y con los otros; porque discursamos sobre la cultura escolar, sobre las actitudes discriminadoras solapadas y con tanta frecuencia generadas en la propia escuela, al amparo de una comunidad escolar que excluye tanto y a tantos, que de pronto y sin que nadie se percate, los excluidos son la mayoría; porque hemos leído y analizado, y comentado y una y otra vez hablado de la urgencia de hacer un alto en el camino, para transformar las prácticas homogeneizadoras y hegemónicas de la educación tradicional, por una práctica heterogeneizadora, en donde la diferencia, sea vista, como un valor y no como una amenaza; porque sé que mucho se dice de lo que se debe hacer y poco se hace; porque estoy convencida de que la construcción de competencias y habilidades de convivencia incluyente, no puede llevarse a cabo en el abstracto; porque sé que debemos empezar por abordar a la inclusión desde nosotros y desde nuestros entornos de actuación y en esos contextos, la escuela, como nuestro contexto laboral/profesional, para los unos (los profesores), y como el contexto de aprendizaje para otros (los alumnos), y por qué no así decirlo, el espacio de aprendizajes mutuos (del nosotros), representa el punto de partida. Más aún, si como en este caso, la institución de lunes a domingo, constituye la cancha sobre la cual se forman y actualizan profesionales de la educación; porque en 15 años de experiencia en la docencia, he aprendido que la educación formal es aquella que se lleva a cabo bajo la tutela de la escuela y son tan importantes los aprendizajes incorporados al currículum formal, como resultan serlo -y en ocasiones quizá con mayor intensidad-, los del currículum oculto, en donde el espacio nos revela un discurso que transparenta las intenciones de una sociedad resistente al cambio y excluyente.

Quiero mencionar antes de dar inicio a mi recorrido, especificando que con esta reflexión no califico la dinámica institucional en cuestión, sino que desde adentro, como miembro de la comunidad escolar, la describo.

Comenzaré por el momento de ingreso a las instalaciones, en donde puedo observar que el edificio está casi vacío y es lunes. Atrás ha quedado aquello que de joven el río arrecia en su energía y arrojo, un cause fuerte y vivo. Aquí el inicio de semana parece longevo en demasía, cansado en exageración, hastiado del curso y del cause que le aguarda.

Yo sé que las paredes de la institución en general, hablan y aquí las paredes hablan de abandono, de verticalidad, de falta de democracia, de indiferencia; de actitudes discriminadoras, de machismo y misoginia, de expresiones que violan los derechos fundamentales de las personas y que "...definen la naturaleza del rechazo que algunos grupos (...) sienten hacia otros (CONAPRED 2005); de inaccesibilidad, de barreras a la participación social y al desarrollo de las mayorías.

Al voltear la mirada hacia los alumnos me parece que se aburren, que aquí no hay lugar de esparcimiento para ellos ni para cualquier otro miembro de la comunidad escolar, seguramente es porque el edificio fue construido de tal forma que los desniveles impiden la posibilidad de contar con un lugar en el cual colocar mesas, bancas, o de construir una cancha, o posiblemente se deba a que la comunidad escolar -bastante joven por cierto, pero demasiado cansada- tampoco ha hecho nada en ese sentido.

En alguna ocasión alguien comentó que es un edificio inaccesible y yo pensé que se refería tan sólo a las condiciones arquitectónicas, dada la cantidad de escaleras que parecen venir del más allá, y por el hecho de que los baños para personas con discapacidad se encuentren en el último nivel del edificio, en un lugar totalmente inaccesible ¿qué persona con discapacidad motora, o adulto mayor, o mujer embarazada podría llegar hasta ellos sin tener que pasar por decenas de escalones cuesta abajo y luego volver a subirlos?, pero al detenerme a observar las actitudes de los alumnos; los marcos organizativos que se emplean y los espacios áulicos, la dinámica del personal administrativo y de apoyo, la falta de trabajo colaborativo en los académicos; y la barrera que se erige frente a la Dirección, percibo que la inaccesibilidad va más allá e involucra a toda la comunidad escolar, no sólo al edificio.

Pero permítanme detenerme a referir lo que pienso de la ubicación de los baños, esos espacios predilectos de la discriminación. Esos espacios vitales en cualquier contexto, a los que incluso se les ha llegado a considerar como "...los cristalizadores de las políticas excluyentes"(http://www.accesoya.creatuforo.com/ 13 de marzo de 2006) ¿y de las prácticas? Sí, y de la cultura.

Los baños de esta institución, demuestran una clara diferenciación entre los usuarios: Los baños de la primera planta, unos para hombres y otros para mujeres, son para docentes y personal de la institución.

Los baños de la segunda y tercera sección, son para alumnos, alumnas y público en general. Y es en la tercera sección, en donde como mencioné, se encuentran los baños adaptados, allá, muy cerca del subsuelo.

Esta peculiaridad, no es sino la estafeta de una lógica binaria de la sexualidad y de una lógica segregadora y excluyente. (http://www.accesoya.creatuforo.com/ 13 de marzo de 2006).

Mientras recorro los diferentes espacios y lugares que conforman el entorno educativo, me percato de que uno se siente en un lugar sin calor humano, y lo atribuyo a las barreras de comunicación que hay en la comunidad escolar. Da la impresión de que cada quien vive su mundo, su propia pasión, carga su propia cruz y que no repara en el mundo del otro, de los otros, del nosotros, ni en la manera en que se trastocan y agreden los derechos de éstos y de aquellos.

Esto me hace pensar en cómo se sienten los alumnos al llegar a clases y cómo se sienten al salir. Posiblemente al entrar se sienten aprisionados, posiblemente el salir cada tarde y cada noche, es la liberación. Algo no demasiado alejado del sentir profundo de la filosofía popular que de tiempo atrás ilustra algarabía sin igual en la frase ¡Gracias a Dios es viernes!

Me viene a la mente la actitud lúdica de un grupo que hizo cotidianidad escolar, un juego que empezaba con una nalgada por castigo, luego el castigo se convirtió en un golpe con el puño cerrado, y era un juego agresivo, el cual a eso de las 19:00 Hrs., se tornaba más agresivo. En más de una vez se vio alguna alumna salir llorando. Y aún ahí, pocas voces manifestaron su preocupación por el hecho de que los estudiantes, futuros profesionistas de la educación, estuvieran practicando un juego así, pero no hubo eco y las instalaciones y el ambiente, continúan sin presentar atractivo alguno para nadie que no llegue tan sólo de visita. Ese síntoma, como muchos más, resultó ignorado. ¿Acaso se esperaba que los jóvenes jugaran a la ruleta rusa para pensar en la posibilidad de hacer algo?

No me había percatado que cuando uno va llegando, mientras baja las escaleras de acceso al patio principal, se disminuye el paso, como si de pronto los pies pisaran muy mesuradamente, como si quien llega no quisiera ser percibido o escuchado. Igual el momento de la salida, es como si quien sale no quisiera ser visto o si evadiera despedirse.

Hoy estuve unos minutos frente a las escaleras observando y son pocas las personas que entran y saludan a quienes encuentran a su paso, pero menos son las y los que se despiden.

Quiero darme también, la oportunidad de reflexionar en torno a las enseñanzas y la comunicación de un espacio vital, la biblioteca, la cual sin lugar a dudas, representa un lugar muy importante para el desarrollo de las actividades educativas, pero aquí sus puertas casi siempre están cerradas, generalmente porque no hay quien la atienda y cuando lo hay, sus tiempos se priorizan sobre los tiempos y necesidades del alumnado y de los docentes. Entonces la biblioteca aquí (en donde también se encuentra el Centro de cómputo), no es un lugar para estudiar, ni para consultar libros. Tampoco es una oportunidad tecnológica para la comunidad escolar, sino una añoranza.

Aquí la biblioteca huele a lugar que ha permanecido cerrado por mucho tiempo, y eso que por las ventanas puede apreciarse el verde, como también puede disfrutarse de un paisaje lejano natural. Sus cortinas pocas veces se abren cuando hay servicio. Las sillas permanecen sobre las mesas como si alguien estuviese haciendo limpieza. Es como si las mesas tuvieran vida propia y se protegieran de que alguien trabaje sobre ellas haciendo resistencia colectiva.

Nunca había reparado en ello, pero ahora me pregunto, por qué esas cortinas permanecen cerradas obstruyendo la entrada del aire, como si a nadie le importara abrirlas, o como si a nadie le agradara el momento de cerrarlas.

Hoy quise quedarme hasta el final de la jornada y al salir he visto que pocos usuarios apagan el monitor. Que los reguladores permanecen encendidos y que al bajar el switch generador del piso, es que se apagan todos al unísono, pero no antes.

El acervo bibliográfico data en su mayoría, de 10 años los más actualizados y son realmente pocos. Claro que uno sale y encuentra un cartel pegado a una pared en donde se avisa a varias personas, docentes y alumnos, cuyos nombres aparecen desglosados, que si no devuelven los libros que solicitaron en calidad de préstamo, serán sancionados con una multa. El letrero ya bastante decolorado por el tiempo que lleva ahí, con la advertencia mencionada, parece también haber sido colocado para ver pasar el tiempo.

Al acercarme a ver las referencias de los libros que han salido de la biblioteca y aún no vuelven, me doy cuenta de que son textos actuales, algunos de los cuales, ni siquiera llegaron a la biblioteca, sino que se quedaron entre el profesorado que los habría de usar para planear sus cursos, sin embargo en algunos casos, la fecha de salida es hasta de un año atrás.

Si las paredes de este lugar pudieran hablar, hablarían de que visitar la biblioteca no es grato, que es un momento que tanto docentes como alumnos suelen evitar; si el piso pudiera expresarse con palabras, nos contaría que muy pocos pasos recorren el espacio.

Me dirijo a las aulas y contemplo el entorno que parece sincronizado con la formación de alumnos apáticos, dispuestos a permanecer callados e indiferentes. Como si se hubiese encapsulado la energía juvenil, la sensibilidad, el arrojo, el potencial creativo, crítico y rebelde; como si de pronto, los siglos cundieran sobre esta comunidad mutilando tantos proyectos de vida, tergiversando tantos intereses, arrojando tanta insensatez sobre sus hombros, tanta sumisión sobre su espalda, tanta carga que les resulta ajena pero que termina por atenazar su cuerpo y mente.

En esta escuela se ponen en práctica programas de estudio muy actualizados pero no en todos los casos, hay la debida profesionalización para echarlos a andar; los recursos con los que se cuenta son elementales, y digo elementales porque los cubículos de los docentes no tienen siquiera equipo de cómputo -bueno, a menos que se esté en el equipo de amigos de la autoridad escolar- y en los salones se aprecia la austeridad en un pintarrón y un borrador sobre la pared derecha, una televisión en cada una de las aulas, 4 reproductores de video, VHS, de los cuales ninguno funciona; 1 reproductor de DVD, una computadora laptop y un cañón; un salón de enciclomedia que con frecuencia está cerrado porque algún descuido ocasionó desperfectos en el equipo.

No es raro que algunos docentes lleven sus equipos de casa para proyectar alguna película con fines didácticos y eso da cuenta sin lugar a dudas, entre otras señales, de su interés personal y profesional. Un síntoma ineludible de que la esclerosis que aqueja a esta Comunidad, no ha contaminado aún todo el ambiente.

De las relaciones interpersonales, ¿ya mencioné que son frías?, hay una balcanización en el personal administrativo y en el personal docente, que involucra a los alumnos.

Escuché decir a una alumna de otra universidad afin, que en la institución donde estudia, las reuniones académicas presagian desastres. Me temo que también aquí.

Desastres porque no hay respeto al profesorado, porque se niega la razón a la necesaria horizontalidad; porque a alguien le duele transformar el autoritarismo por democracia laboral, por trabajo cooperativo y colaborativo; porque a muchos egos posiblemente les agreda volver los ojos hacia las necesidades de la comunidad escolar.

Hasta el patio grita que la comunidad escolar está insatisfecha, que los alumnos no son felices, que los docentes no están a gusto; los recursos tecnológicos denotan abandono; el aire huele a tiempo que se va sin dejar huella significativa; la iluminación en los salones es buena por la tarde pero al llegar la noche los focos ahorradores de energía dan un toque lóbrego a las aulas; la comunicación entre alumnos y maestros es muy distante; los tipos de agrupamiento vaticinan un trabajo individual más que colaborativo.

Mientras recorro el aula en donde se desarrollan las actividades del curso que trabajo con el grupo, puedo ver que las paredes siguen hablando y hablan de imposiciones, de falta de libertad para decidir.

Hay letreros en la puerta, con el mensaje: “Prohibido fumar”. Desde luego que aquí se fuma, pero fuman algunos docentes e integrantes del personal administrativo, a pesar de estar prohibido fumar en espacios educativos. Algunos alumnos lo hacen en los pasillos pero jamás en el aula; hay otro letrero con la siguiente leyenda: “Si no sabes qué hacer con tu basura, localiza un bote”; otro más “Tú eres responsable de tu basura”, “La basura que generas es el reflejo de quien eres”. La cosa no queda ahí, hay un aviso pegado cerca del pizarrón, dirigido a los alumnos, en él se especifica el número de faltas con las cuales no tienen derecho a examen de reguralización, el número de faltas con las cuales se hace necesario repetir el semestre.

Se especifica lapidariamente, que el colegio de profesores ha tomado la decisión de hacer cumplir las normas; que se prohíbe vender productos en las instalaciones; y, que se tomarán en cuenta los retardos.

Curiosamente, por ninguna parte encontré nada relacionado con los derechos de los alumnos y de las alumnas, las normas escolares y los compromisos institucionales.

Aquí, las paredes tampoco son democráticas y hasta en la elaboración del periódico mural, se advierte la no participación ni de docentes ni de alumnos, percibiéndose tan solo una compilación muy sesgada, de noticias más o menos relacionadas con los temas educativos de actualidad pero muy distantes de la realidad, los intereses y las necesidades de la comunidad escolar. Una compilación carente de elementos críticos. Como si hubiesen pasado por el filtro de una mente indiferente a los problemas sociales y educativos de relevancia.

Aquí se reproducen prácticas laborales en donde las mujeres no pueden rebasar a determinados hombres de la comunidad, sin que se vea agredida su identidad masculina tradicional y se responda con prácticas institucionalizadas de difamación, hostigamiento y obstrucción laboral.

Las mujeres aquí, somos llevadas a manifestar una actitud pasiva, receptiva, sumisa o de indiferencia para no transgredir intereses de la comunidad masculina.

Aquí también hay individuos de primera y de segunda clase, aquí se clasifica a los docentes, según la clave de la plaza que ocupan, según su nivel de estudios profesionales; según sean hombres o mujeres y no dudaría que hasta por peso, talla y estatura; Aquí se congela al personal académico y administrativo que no se somete a los intereses del grupo al mando de la institución.

En el mejor de los casos, el aislamiento auto inducido es la mejor estrategia de sobrevivencia en este espacio que habla, enseña y educa.

¡Cuenta la leyenda que hay un fantasma!

He llegado a pensar que un pariente del fantasma de Canterville habita en la penumbra.

Nadie sabe, nadie le ha visto jamás, pero lo cierto es que cada día en el que alguien se aventura a dejar una nota un aviso, un escrito en algún lugar, así sea documento oficial, al día siguiente aparece con correcciones de redacción y de ortografía. Sin lugar a dudas, el chivo emisario de la comunidad escolar que siempre busca el error del otro para señalarlo y evidenciarlo. Una coma, un punto, una letra, un acento, nada escapa al ojo que asecha en los pasillos.

Quiero concluir diciendo que la construcción es hermosa arquitectónicamente hablando, que el espacio en el que se encuentra la escuela es bellísimo y natural.

Si como nos dicen Utset y Muxart: " La cuestión es cómo convertir este escenario en una invitación a actuar. Es decir, no convertir la función en obra de protagonista único, sino en una obra coral, con una multiplicidad de acciones que se desarrollen simultáneamente, pero no independientemente las unas de las otras sino en interrelación..." (2000), sería necesario empezar por preguntarnos, ¿qué nos pasa con la inclusión? que hay tantas señales de alarma en las propias instituciones formadoras de docentes y demás profesionistas de la educación.

No podemos seguir ignorando la perspectiva de la persona integrada e interactiva con el entorno, en donde señala David Perkins (1995), el entorno participa en la cognición como fuente de suministros y receptor de productos, y como vehículo de pensamiento, al tiempo que en un sentido real, es parte de los aprendizajes.

Cambiar el escenario implicaría cambiar actitudes, impulsar cambios humanos y fortalecer los lazos comunicativos; Sería, transformar lo que hoy parece un basamento inundado por el monte, por el polvo, y por la inercia, en jardines vivos.

Luchar en grupo como unidad social para dejar de ser el prototipo de una comunidad, en donde como lo advierte Ricardo Pozas Arciniega (1964), "...el individuo parece ser el enemigo natural de todos, en donde privan la competencia y la desconfianza". En el que se limita el acceso a los programas de capacitación y de formación profesional; se impide la participación, en condiciones equitativas; se incita al odio, el rechazo, la burla, la difamación; se da un trato abusivo; se promueve el maltrato psicológico; se limita o niega el otorgamiento de concesiones, permisos o autorizaciones para el aprovechamiento, y se promueve la exclusión.[2]

En las actuales circunstancias de una comunidad escolar excluyente, en donde se duda del trabajo y de la actuación en equipo, cualquier proyecto educativo innovador, contrahegemónico e incluyente corre el riesgo de naufragar en las propias aguas institucionales, sin tener que salir mar adentro.

No debemos dejar de lado la advertencia en relación a cómo se manifiesta la discriminación en la escuela, desde la cual se enfatiza que:

Desafortunadamente, los vínculos en la comunidad escolar no siempre contribuyen con los fines educativos y, por el contrario, pueden estar cargados de prejuicios, relaciones de poder y estigmas sociales, constituyéndose muchas veces en un obstáculo para la formación de los (alumnos).
Aunque la discriminación no siempre nace en la escuela, en ella encuentra un lugar donde reproducirse, reflejarse y al mismo tiempo esconderse, cobijada por la indiferencia y la validación de comportamientos a pesar de ser socialmente inaceptables, que se traducen en claras actitudes de intolerancia ante la diversidad.
En la escuela, la discriminación adquiere múltiples facetas y se manifiesta a través de diferentes formas, que hacen que la veamos como algo cotidiano y natural. (CONAPRED, 2005)

Intentar cambiar la dinámica de este espacio educativo que habla de educación inclusiva mientras enseña y educa en una cultura excluyente, parece hazaña difícil sin embargo, si no es ahora, mañana será demasiado tarde.

BIBLIOGRAFÍA
CONAPRED (2005). La discriminación en la escuela. México, Dirección General Adjunta de Vinculación, Programas Educativos y Divulgación del CONAPRED.

PERKINS, David (1995). La escuela inteligente; Barcelona, Gedisa.

POZAS Arciniega, Ricardo (1964). El desarrollo de la Comunidad; México, Manuales Universitarios.

USET, M. y MUXART, "El aula, escenario de la diversidad", en: M. Aldamiz ¿Cómo hacerlo? Propuestas para educar en la diversidad; Barcelona, Graó, 2000.


[1] Año de publicación: 2006.
[2] En el Artículo Noveno de la Ley Federal para Prevenir y erradicar la Discriminación, considera como conductas discriminadoras entre otras, las mencionadas en este párrafo.

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