¡Oximoron! La derecha intelectual y el fascismo liberal (1ª parte)

Fuente: http://www.galeon.com/gentealternativa/tribunaoradores/tribuna13.htm

por Subcomandante Insurgente Marcos   /   publicado en Le Monde Diplomatique  


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En la figura que se llama oximoron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de una luz oscura; los alquimistas, de un sol negro.
Jorge Luis Borges.
 
Ojo: Si usted no ha leído el epígrafe, más vale que lo haga ahora porque si no, no va a entender algunas cosas.

Un hecho irrefutable: la globalización está aquí. No la califico (todavía), simplemente señalo una realidad. Pero, puesto que oximoron, hay que señalar que se trata de una globalización fragmentada.

La globalización ha sido posible, entre otras cosas, por dos revoluciones: la tecnológica y la informática. Y ha sido y es dirigida por el poder financiero. De la mano, la tecnología y la informática (y con ellas el capital financiero) han desaparecido las distancias y han roto las fronteras. Hoy es posible tener información sobre cualquier parte del mundo, en cualquier momento y en forma simultánea. Pero también el dinero tiene ahora el don de la ubicuidad, va y viene en forma vertiginosa, como si estuviera en todas partes al mismo tiempo. Y más, el dinero le da una nueva forma al mundo, la forma de un mercado, de un mega-mercado.

Sin embargo, a pesar de la "mundialización" del planeta, o más bien precisamente por ella, la homogeneidad está muy lejos de ser la característica de este cambio de siglo y de milenio. El mundo es un archipiélago, un rompecabezas cuyas piezas se convierten en otros rompecabezas y lo único realmente globalizado es la proliferación de lo heterogéneo.

Si la tecnología y la informática han unido al mundo, el poder financiero que las usa lo ha roto usándolas como armas, como armas en una guerra. Antes hemos dicho (el texto se llama "7 Piezas Sueltas del Rompecabezas Mundial", EZLN, 1997) que en la globalización se lleva a cabo una guerra mundial, la cuarta, y que se desarrolla un proceso de destrucción/despoblamiento y reconstrucción/reordenamiento (estoy tratando de resumir apretadamente, sed benévolos) en todo el planeta. Para la construcción del "nuevo orden mundial" (Planetario, Permanente, Inmediato e Inmaterial, siguiendo a Ignacio Ramonet), el poder financiero conquista territorios y derriba fronteras, y lo consigue haciendo la guerra, una nueva guerra. Una de las bajas de esta guerra es el mercado nacional, base fundamental del Estado-Nación. Éste último está en vías de extinción, o cuando menos, lo está el Estado-Nación tradicional o clásico. En su lugar, surgen mercados integrados o, mejor aún, tiendas departamentales del gran "mall" mundial, el mercado globalizado.

Las consecuencias políticas y sociales de esta globalización son una figura de Oximoron reiterada y compleja: menos personas con más riquezas, producidas con la explotación de más personas con menos riquezas, "la pobreza de nuestro siglo es incomparable con ninguna otra. No es, como lo fuera alguna vez, el resultado natural de la escasez, sino de un conjunto de prioridades impuestas por los ricos al resto del mundo" (John Berger. "Cada vez que decimos adiós". Ediciones de la flor. Argentina, 1997. P. 278-279.); para unos cuantos poderosos el planeta se abrió de par en par, para millones de personas el mundo no tiene lugar y vagan errantes de uno a otro lado; el crimen organizado forma la columna vertebral de los sistemas judiciales y de los gobiernos (los ilegales hacen las leyes y "guardan el orden público"); y la "integración" mundial multiplica las fronteras.

Así que, si resaltáramos algunas de las principales características de la época actual, diríamos: supremacía del poder financiero, revolución tecnológica e informática, guerra, destrucción/despoblamiento y reconstrucción/reordenamiento, ataques a los Estados-Nación, la consiguiente redefinición del poder y de la política, el mercado como figura hegemónica que permea todos los aspectos de la vida humana en todas partes, mayor concentración de la riqueza en pocas manos, mayor distribución de la pobreza, aumento de la explotación y del desempleo, millones de personas al destierro, delincuentes que son gobierno, desintegración de territorios. En resumen: globalización fragmentada.

Bien, según este planteamiento, en el caso de los intelectuales (puesto que tienen que ver con la sociedad, el poder y el Estado) cabría preguntarse: ¿han padecido el mismo proceso de destrucción/despoblamiento y reconstrucción/reordenamiento? ; ¿qué papel les asigna el poder financiero?; ¿cómo usan (o son usados por) los avances tecnológicos e informáticos?; ¿qué posición tienen en esta guerra?; ¿cómo se relacionan con esos golpeados Estados-Nación?; ¿cuál es su vínculo con ese poder y en esa política redefinidos?, ¿qué lugar tienen en el mercado?, y ¿qué posición toman frente a las consecuencias políticas y sociales de la globalización? En suma: ¿cómo es que se insertan en esa globalización fragmentada?

El mundo habría cambiado por y para esta guerra. Si así fuera, los intelectuales "clásicos" no existirían más, ni sus antiguas funciones. En su lugar, una nueva generación de "cabezas pensantes" (para usar un término acuñado por el comandante zapatista Tacho) habría emergido (o está por emerger) y tendrían nuevas funciones en su quehacer intelectual.

Aunque aquí nos trataremos de limitar a los intelectuales de derecha, serán evidentes algunos señalamientos sobre los intelectuales en general y sobre su relación con el poder. Como el propósito de este texto es participar y alentar la polémica entre intelectuales de derecha e izquierda, queda una reflexión más profunda (sobre los intelectuales y el poder, y sobre los intelectuales y la transformación) para futuros e improbables escritos.

Vale. Salud y tenga a la mano su control remoto. En un momento comenzamos...

I.- La Mundialización: pay per view.

En la bisagra del calendario, el dos mil se balancea aún entre los siglos XX y XXI, y entre el segundo y tercer milenio. No sé qué tan importante sea esta cuenta del tiempo, pero me parece que es, también, un momento adecuado para que por todos lados surja OXIMORON. Para no ir muy lejos, se puede decir que esta época es el principio del fin o el fin del principio de "algo". "Algo", irresponsable forma de eludir un problema. Pero ya se sabe que nuestra especialidad no es la solución de problemas, sino su creación. ¿"Su creación"? No, es muy presuntuoso, mejor su proposición. Sí, nuestra especialidad es proponer problemas.

Allá arriba todo parece haber ocurrido ya antes, como si una vieja película se repitiera con otras imágenes, otros recursos cinematográficos, incluso actores diferentes, pero el mismo argumento. Como si la "modernidad" (o "post modernidad", dejo la precisión para quien se tome la molestia) de la globalización se vistiera con su OXIMORON y se nos presentara como una modernidad arcaica, rancia, antigua.

Si esto que digo les parece una mera apreciación subjetiva, póngalo a cargo de nuestro estar en la montaña, resistiendo y en rebeldía, pero concédanos el privilegio de la lectura y vea si se trata en efecto de un síntoma más del "mal de montaña", o usted comparte esta sensación de "dejà vu" que fluye por el hipercinema que es el mundo globalizado.

El mundo no es cuadrado, cuando menos esto es lo que se enseña en la escuela. Pero, en el filo cortante de la unión de dos milenios, el mundo tampoco es redondo. Ignoro cuál sea la figura geométrica adecuada para representar la forma actual del mundo, pero, puesto que estamos en la época de la comunicación digital audiovisual, podríamos intentar definirla como una gigantesca pantalla. Usted puede agregar "una pantalla de televisión", aunque yo optaría por "una pantalla de cine". No sólo porque prefiero al cinematógrafo, también (y sobre todo) porque me parece que hay frente a nosotros una película, una vieja película, modernamente vieja (para seguir con oximoron).

Es, además, una de esas pantallas donde se pueden programar la presentación simultánea de varias imágenes ("Picture In Picture" la llaman). En el caso del mundo globalizado, de imágenes que se suceden en cualquier rincón del planeta. No son todas las imágenes. Y no se debe a que falte espacio en la pantalla, sino a que "alguien" ha seleccionado esas imágenes y no otras. Es decir, estamos viendo una pantalla con diversos recuadros que presentan imágenes simultáneas de diferentes partes del mundo, es cierto, pero no todo el mundo está ahí.

Al llegar a este punto, uno se pregunta, inevitablemente, " quién tiene el control remoto de esta pantalla audiovisual? y quién hace la programación?". Buenas preguntas, pero aquí no encontrará usted las respuestas. Y no sólo porque no las sabemos a ciencia cierta, sino también porque no son el tema de este escrito.

Puesto que no podemos cambiar de canal o de cinema, veamos algunos de los diferentes recuadros que nos ofrece la mega pantalla de la globalización.

Vayamos al Continente Americano. Ahí tiene usted, en aquel rincón, la imagen de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ocupada por un grupo paramilitar del gobierno: la llamada Policía Federal Preventiva. No parece que estén estudiando esos hombres uniformados de gris. Más allá, enmarcada por las montañas del sureste mexicano, una columna de grises tanquetas blindadas cruza una comunidad indígena chiapaneca. En el otro lado, la imagen gris presenta a un policía norteamericano que detiene, con lujo de violencia, a un joven en un lugar que puede ser Seattle o Washington.

En el recuadro europeo proliferan también los grises. En Austria es Jorg Heider y su fervor pro-nazi. En Italia, con la ayuda desinteresada de D´Alema, Silvio Berlusconi se arregla la corbata. En el Estado Español, Felipe González le maquilla la cara a José María Aznar. En Francia es Le Pen quien nos sonríe.

Asia, África y Oceanía presentan el mismo color repitiéndose en sus respectivos rincones.

Mmh... Tantos grises... Mmh... Podemos protestar... Después de todo, nos prometieron un programa a todo color... Cuando menos subamos el volumen y tratemos de entender así de qué se trata...

II.- Un olvido memorable.

Al igual que la globalización fragmentada, los intelectuales están ahí, son una realidad de la sociedad moderna. Y su "estar ahí" no se limita a la época actual, se remonta a los primeros pasos de la sociedad humana. Pero la arqueología de los intelectuales escapa a nuestros conocimientos y posibilidades, así que partimos del hecho de que "están ahí". En todo caso, lo que tratamos de descubrir es la forma que adquiere ahora su "estar ahí".

"Los intelectuales como categoría son algo muy vago, ya se sabe. Diferente es, en cambio, definir la "función intelectual". La función intelectual consiste en determinar críticamente lo que se considera una aproximación satisfactoria al propio concepto de verdad; y puede desarrollarla quien sea, incluso un marginado que reflexione sobre su propia condición y de alguna manera la exprese, mientras que puede traicionarla un escritor que reaccione ante los acontecimientos con apasionamiento, sin imponerse la criba de la reflexión." (Umberto Eco. "Cinco escritos morales". Ed. Lumen. Traducción Helena Lozano Miralles. p. 14-15). Si esto es así, entonces el quehacer intelectual es, fundamentalmente, analítico y crítico. Frente a un hecho social (por limitarnos a un universo), el intelectual analiza lo evidente, lo afirmativo y lo negativo, buscando lo ambiguo, lo que no es ni una cosa ni otra (aunque así se presente), y exhibe (comunica, devela, denuncia) lo que no sólo no es lo evidente, sino incluso contradice a lo evidente.

Es de suponer que las sociedades humanas tengan personas que se dediquen profesionalmente a este análisis crítico y a comunicar su resultado (en palabras de Norberto Bobbio: "Los intelectuales son todos aquellos para los cuales transmitir mensajes es la ocupación habitual y conciente (...) y para decirlo en un modo que puede parecer brutal, casi siempre representa también el modo de ganarse el pan"). Quedémonos con esta aproximación al intelectual, al profesional del análisis crítico y la comunicación.

Ya hemos sido advertidos de que el intelectual no siempre ejerce la función intelectual. "La función intelectual se ejerce siempre con adelanto (sobre lo que podría suceder) o con retraso (sobre lo que ha sucedido); raramente sobre lo que está sucediendo, por razones de ritmo, porque los acontecimientos son siempre más rápidos y acuciantes que la reflexión sobre los acontecimientos" (Umberto Eco. Op. Cit. P. 29).

Por su función intelectual, este profesional del análisis crítico y su comunicación sería una especie de conciencia incómoda e impertinente de la sociedad (en esta época, de la sociedad globalizada) en su conjunto y de sus partes. Un inconforme con todo, con las fuerzas políticas y sociales, con el Estado, con el gobierno, con los medios de comunicación, con la cultura, con las artes, con la religión, con el etcétera que el lector agregue. Si el actor social dice "¡ya está!", el intelectual murmura con escepticismo: "le falta, le sobra".

Tendríamos entonces que el intelectual en su papel es un crítico de la inmovilidad, un promotor del cambio, un progresista. Sin embargo, este comunicador de ideas críticas está inserto en una sociedad polarizada, enfrentada entre sí de muchas formas y con variados argumentos, pero dividida en lo fundamental entre quienes usan el poder para que las cosas no cambien y entre quienes luchan por el cambio. "El intelectual debe, por un elemental sentido del ridículo, comprender que no se le otorga un papel de brujo del espíritu en torno al cual va a girar el ser o no ser de lo histórico, pero que evidentemente él tiene saberes (...) que lo pueden alinear en un sentido o en otro de lo histórico. Lo pueden alinear en la búsqueda de la clarificación de las injusticias presentes en el mundo actual o en la complicidad con la paralización e instalación en el Limbo." (Manuel Vázquez Montalbán. "Panfleto desde el planeta de los simios". Ed. Drakontos. Barcelona 1995. p. 48).

Y es aquí donde el intelectual opta, elige, escoge entre su función intelectual y la función que le proponen los actores sociales. Aparece así la división (y la lucha) entre intelectuales progresistas y reaccionarios. Unos y otros siguen trabajando con la comunicación de análisis críticos pero, mientras los progresistas siguen en la crítica a la inmovilidad, a la permanencia, a la hegemonía y a lo homogéneo; los reaccionarios enarbolan la crítica al cambio, al movimiento, a la rebelión y a la diversidad. El intelectual reaccionario "olvida" su función intelectual, renuncia a la reflexión crítica, y su memoria se recorta de modo que no hay pasado ni futuro, el presente y lo inmediato es lo único asible y, por ende, incuestionable.

Al decir "intelectuales progresistas y reaccionarios", nos referimos a los intelectuales "de izquierda y de derecha". Aquí conviene agregar que el intelectual de izquierda ejerce su función intelectual, es decir, su análisis crítico, también frente a la izquierda (social, partidaria, ideológica), pero en la época actual su crítica es fundamentalmente frente al poder hegemónico: el de los señores del dinero y quienes los representan en el campo de la política y de las ideas.

Dejemos ahora a los intelectuales progresistas y de izquierda, y vayamos a los intelectuales reaccionarios, la derecha intelectual.

III.- El pragmatismo intelectual.

En el principio, los gigantes intelectuales de derecha fueron progresistas. Y hablo de los grandes intelectuales de derecha, los "think tanks" de la reacción, no de los enanos que fueron ingresando a sus clubes "pensantes". Octavio Paz, excelente poeta y ensayista, el más grande intelectual de derecha de los últimos años en México, declaró: "Vengo del pensamiento llamado de izquierda. Fue algo muy importante en mi formación. No sé ahora... lo único que sé es que mi diálogo —a veces mi discusión- es con ellos (los intelectuales de izquierda). No tengo mucho que hablar con los otros" (Braulio Peralta "El poeta en su tierra. Diálogos con Octavio Paz". Ed. Grijalbo. México 1996. p. 45). Y casos como el de Paz se repiten en la mega pantalla global. El intelectual progresista, en tanto que comunicador de análisis críticos, se convierte en objeto y objetivo para el poder dominante. Objeto a comprar y objetivo a destruir. Multitud de recursos se ponen en juego para una y otra cosa. El intelectual progresista "nace" en medio de este ambiente de seducción persecutoria. Algunos se resisten y defienden (casi siempre en solitario, la solidaridad intergremial no parece ser la característica del intelectual progresista), pero otros, tal vez fatigados, buscan entre su bagaje de ideas y sacan aquellas que sean a la vez coartada y razón para legitimar al poder. Lo nuevo exige mucho, lo viejo ahí está, así que basta enarbolar el argumento de "lo inevitable" para que el sistema le ofrezca un cómodo sillón (a veces en forma de beca, puesto, premio, espacio) a la vera del Príncipe ayer tan criticado.

"Lo inevitable" tiene nombre hoy: globalización fragmentada, pensamiento único (es decir, "la traducción en términos ideológicos y con pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en particular las del capital internacional" (Ignacio Ramonet. "Un mundo sin rumbo. Crisis de fin de siglo". Editorial Debate. Madrid.), fin de la historia, omnipresencia y omnipotencia del dinero, reemplazo de la política por la policía, el presente como único futuro posible, racionalización de la desigualdad social, justificación de la sobreexplotación de seres humanos y recursos naturales, racismo, intolerancia, guerra.

En una época marcada por dos nuevos paradigmas, comunicación y mercado, el intelectual de derecha (y ex de izquierda) entiende que ser "moderno" significa cumplir la consigna: ¡adaptaos o perded vuestros privilegiados lugares!

Ni siquiera tiene que ser original, el intelectual de derecha ya tiene la cantera de la que habrá que picar las piedras que adornen la globalización fragmentada: el pensamiento único. La asepsia no importa mucho, el pensamiento único tiene sus principales "fuentes" en el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económico, la Organización Mundial de Comercio, la Comisión Europea, el Bundesbank, el Banco de Francia "que, mediante su financiamiento, enrolan al servicio de sus ideas a través de todo el planeta a numerosos centros de investigación, universidades y fundaciones, los cuales, a su vez, perfilan y difunden la buena nueva" (Ignacio Ramonet. Op. Cit. P. 111).

Con tal abundancia de recursos, es fácil que florezcan élites que, "desde hace años, se emplean a fondo en hacer los elogios del "pensamiento único"; que ejercen un auténtico chantaje contra toda reflexión crítica en nombre de la "modernización", del "realismo", de la "responsabilidad" y de la "razón"; que afirman el "carácter ineluctable" de la evolución actual de las cosas; que predican la capitulación intelectual, y arrojan a las tinieblas de lo irracional a todos los que se niegan a aceptar que "el estado natural de la sociedad es el mercado" (Ibíd. P. 114).

Lejos de la reflexión, del pensamiento crítico, los intelectuales de derecha se convierten en los pragmáticos por excelencia, destierran la función intelectual y se transforman en ecos, más o menos estilizados, de los spots publicitarios que inundan el mega mercado de la globalización fragmentada.
Refuncionalizados en la globalización fragmentada, los intelectuales de derecha modifican su ser y adquieren nuevas "virtudes" (entre ellas reaparece oximoron): una audaz cobardía y una profunda banalidad. Ambas brillan en sus "análisis" del presente globalizado y sus contradicciones, sus revisitaciones al pasado histórico, sus clarividencias. Se pueden dar el lujo de la audaz cobardía y de la profunda banalidad, puesto que la hegemonía universal casi absoluta del dinero los protege con torres de cristal blindado. Por esto, la derecha intelectual es particularmente sectaria y tiene, además, el respaldo de no pocos medios de comunicación y gobiernos. El ingreso a esas altas torres intelectuales no es fácil, hay que renunciar a la imaginación crítica y autocrítica, a la inteligencia, a la argumentación, a la reflexión, y optar por la nueva teología, la teología neoliberal.

Puesto que la globalización se vende como el mejor de los mundos posibles, pero carece de ejemplos concretos de sus ventajas para la humanidad, se debe recurrir a la teología y suplir con dogmas y fe neoliberales la falta de argumentos. El papel de los teólogos neoliberales incluye el señalar y perseguir a los "herejes", a los "mensajeros del mal", es decir, a los intelectuales de izquierda. Y qué mejor forma de combatir a los críticos que acusarlos de "mesianismo".

Frente al intelectual de izquierda, el de derecha impone la etiqueta lapidaria de "mesianismo trasnochado". ¿Quién puede cuestionar un presente pleno de libertades, donde cualquiera puede decidir qué compra, sean artículos de primera necesidad, ideologías, propuestas políticas y conductas para toda ocasión?

Pero paradoja no perdona. Si en algún lado hay mesianismo, es en la derecha intelectual. "El Gran Circo de Intelectuales Neoliberales Químicamente Puros o Ex Marxistas Arrepentidos o la Trilateral pueden ser mesiánicos cuando prefiguran la fatalidad de un universo basado en la verdad única, el mercado único y el ejército gendarme único vigilando el fogonazo de flash que acompaña la foto final de la Historia, pulsado ante los mejores paisajes de las mejores sociedades abiertas." (Manuel Vázquez Montalbán. Op. Cit. p. 47).

La foto final. O la escena culminante del filme de la globalización fragmentada.

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